Es interesante y preocupante a la vez, ver la manipulación de la información acerca de las posibilidades de pago de las diferentes empresas del país y de la incapacidad de determinar un mercado de trabajo no rígido con posibilidades de establecer salarios discriminados dependiendo de los diferentes tipos de empleo y de la imposibilidad de garantizar la eficiencia del equilibrio económico que la teoría de esta ciencia busca. Según los economistas, el primer test que se debe realizar para evidenciar la eficiencia de una empresa es que “los salarios determinados por el mercado sean iguales al valor del producto marginal del trabajo”, lo que, también según ellos, implica que “el salario determinado por el mercado es igual al valor de la unidad adicional de producto que genera una unidad adicional de trabajo”. En un sentido más simple, esto implica que se deberá pagar un valor específico, determinado por el mercado, para una actividad específica, igual para todos las firmas, y que lo que se modifica en la relación empleador – empleado son las unidades adicionales de trabajo que dicho empleado debe garantizar para equilibrar la relación de trabajo – remuneración. Aquí se presenta el primer problema evidente en el choque de trenes que tiene en estos momentos la economía a través de la productividad de las ciudades. Siempre se ha buscado determinar un salario mínimo del cual partir para garantizar un estándar de vida que responda a una canasta de bienes específica determinada ex – ante (lo cual de por si es un error, ya que según los economistas, la decisión de consumo se deriva de canastas posibles más no únicas), lo que puede, a ciertos niveles de producción ser un valor demasiado alto para ser compensado por el trabajo de un individuo, y en otros demasiado bajo para que exista una motivación del empleado a mantener un nivel de compromiso frente a su actividad, debido a que con poco esfuerzo, puede garantizar el equilibrio con el salario recibido.
